sábado, 27 de octubre de 2007

Matar un inmortal.

Hay que ver que la bajeza no tiene límites. La bajeza y la canalla a veces sobrepasa el suelo y se sumerge en las profundidades del infierno, seguramente allí se sentirá más cómoda. La destrucción de la estela que homenajea al “Che” Guevara en el Pico El Águila no destruye nada. Y que esto no suene a contradicción. El Che dejó la vida, pero no abandonó el alma de los pueblos oprimidos del mundo y su legado continúa hoy vivo en todo el planeta, en el corazón de los que odian la injusticia, que combaten la miseria, que se conmueven con la esperanza de los pueblos. Así que dispararle a la estela que homenajea su paso por uno de los puntos más hermosos de la geografía venezolana no destruye nada. Construye. Edifica. Da vida al espíritu del guerrillero que abandonó lo que pudo ser una cómoda vida burocrática en Cuba y fue a combatir al lado de los pueblos del África y de América. El Che vive. Cómo le duele eso a los traidores.

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